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Ultima anecdota

El camarero

 Recuerdo una comida, creo que en Madrid, en la que estábamos un par de banqueros, el encargado de Madrid y el dueño de la empresa radicada en Valencia. La comida transcurrió estupendamente y no se pudo pedir más en cuanto a calidad. A los postres empezó una conversación en la que se fueron tocando varios temas. En un momento determinado, a raíz de lo que se comentaba, yo conté lo siguiente. -Si, yo conozco un caso en Valencia. Una persona, con todos sus permisos, montó un restaurante en la costa. Al poco decidieron que toda la autovía y por muchos kilómetros, fuera vallada. Más o menos es normal, pero si hay negocios que se han autorizado, sería necesario en algún punto crear un entrada. No fue así. El dueño tiró varias veces una parte de la valla para que pudieran acceder clientes a su local y otras tantas la pusieron nuevamente. Ahora es una ruina deshecha en la que, aparte de las gaviotas, sólo sería posible ver algún maleante o drogadicto. No se que sería de aquel pobre hombre al
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El masaje

 Algo parecido me pasó en Extremadura. En la mesita de noche había un aparatito para poner una moneda de duro (5 pts). Supuse que sería para la televisión aunque ya estaba encendida "en un rato se apagará si no le meto una moneda" pensé. Y metí el durito. Inmediatamente comenzó la cama a dar saltos y cabriolas con un masaje sensacional. Bueno, pensé, bien está cinco minutos de masaje. ¡Pero a la hora y cuarto aquello seguía cada vez más enloquecido! Ya no sabía qué hacer, si llamar para decir que pararan a la cama saltarina o acostarme en el sofá de la habitación.  Diez minutos después con un ligero saltito, se acabó el masaje.

¡Estropeaban la máquina!

 Vendí una L-5000 a una fábrica de tejidos. La instalación fué sin ninguna complicación y los programas ya los tenía hechos por mi tal como cuento en otra anécdota. Terminados ya los últimos arreglos de  la programación, quedaba la máquina preparada para poder hacerle algunas pruebas e ir modificando, si todavía quedaba algo sin importancia, sobre la marcha. Hay que tener en cuenta que el software se tenía que "compilar" y esto no era en la propia máquina. Los lenguajes de programación entonces estaban en mantillas y todavía no teníamos ninguno de mayor facilidad como el COBOL. Se escribían unas instrucciones muy básicas como EB05 que eran perforadas en una cinta y luego leídas por un "compilador" que nos daba otra cinta con el programa. Esta cinta es la que leía la máquina para poder funcionar de acuerdo con esas instrucciones. Así pues, yo pasaba la cinta a la máquina del cliente y él después miraba a ver si salía, más o menos, como él quería. Pero de repente empe

La cadenita

 Hay veces que, sin ser una anécdota en sí, pasamos por algunas ocasiones divertidas, o comprometidas. En Alicante llegué cansado y sudoroso al hotel y con unas ganas terribles de tener un buen baño. Subí a la habitación, me desnudé e inmediatamente me metí en la bañera y comencé a darme una ducha. Al mirar hacia arriba vi que del techo salía una cadenita y yo, que me gusta saberlo todo, comencé a tirar de ella esperando que saliera jabón o cualquier otra cosa. Pero no salió nada. Al minuto se descorrieron las cortinas del baño y me encontré frente a dos camareras y un señor que venía con su maletín de médico. Cuando se me pasó la cara de "panoli" les pedí disculpas y me enseñaron el cartel que había en el que decían que "caso de tener algún accidente o encontrarse mal, avisara tirando de la cadena.

La máquina da "erró"

 Algunas veces se tienen que resolver problemas por teléfono, y es entonces cuando los informáticos pierden años de vida por los nervios que pasan. Recuerdo una vez con una máquina que tenía instalada en Murcia. Era un almacén de aluminio y se le había presentado un pequeño problema fácilmente solucionable con una o dos instrucciones. No recuerdo exactamente cuales eran pero sería muy parecida a esta. copy pepe* to archivo/pepe* Que en el lenguaje de entonces significaba “copia todos los documentos que empiecen por pepe en el directorio archivo”. Como se ve era algo muy, pero que muy, simple. El muchacho introdujo la frase tal como se la dicté y de inmediato me dijo. -Da “erró”. Cuando te dicen eso es cuando la sangre empieza poco a poco a calentarse. -Veamos Fulano -dije- repíteme, por favor, lo que tú has escrito. -Te digo -contestó muy complaciente- “copy pepe asterisco to archivo barra pepe asterisco”. Pero da otra vez “erro”. Un par de grados más de calentura. -¡Pero si no puede s

La maquinita

       El nombre de “maquinita” se lo pusimos mi mujer y yo al Seat-600 porque el fulano que nos lo vendió, en el momento de la venta juraba que funcionaba como la maquinita de un reloj de lo exacto que iba. ¡Maldito sinvergüenza! La realidad fue que nos dio gato por liebre y nos dio bastantes problemas antes de poder venderlo, y de ahí que, de broma en broma, lo bautizamos con el mote de “maquinita”.      El caso es que aquel coche no era el mejor vehículo para ponerse en carretera y hacerle cada semana casi mil kilómetros por esas carreteras de Dios de finales de los 70’, y de esa manera ocurrió que pasé las mil peripecias hasta que pude cambiarlo.      Para empezar, tardaba entre seis y siete horas en hacer un viaje de trescientos cincuenta kilómetros.      En invierno, como que la calefacción no “tiraba” y me helaba de frío, me compré una gabardina que me cubría desde las orejas hasta casi los tobillos y la llevaba puesta todo el camino. Aquellos faldones conseguían tapar mis ateri

Las lámparas de la catedral

 Uno de los terminales de la empresa mecanizada en el que se hacían los albaranes para mandarlos, una vez al día, a la unidad central estaba en Burgos. Después de haber repasado la instalación y actualizado el software nos dispusimos, el director y yo, a darnos una vuelta por Burgos y especialmente a ver la catedral que, por muchas veces que se visite siempre tiene cosa nuevas y extraordinarias para admirar. Ese día le estuve hablando sobre las lámparas que me parecían extraordinarias. El me miró condescendiente y me dijo... -Sí, tienes razón, pero no son ni la mitad de las que yo tengo en mi casa. Esta afirmación me sorprendió, yo no había estado en su casa así que supuse que sería una casona rural en la que habría cosas muy antiguas, quizás heredada de sus ascendientes. -Esta noche te vienes a cenar a casa y te las enseñaré -añadió. Yo encantado de la vida porque me entusiasma la historia, la cocina y el arte. Lo iba a tener todo en una. Esa noche, después de pasar por el hotel y dar